Un espacio abierto



Un lugar por el que pasar y, tal vez, quedarse.

martes, 26 de noviembre de 2013

Tartessos, envuelto en misterio



Todo lo que rodea a esta cultura está teñido de un cierto misterio, porque si bien se conoce su existencia por fuentes escritas y por hallazgos ocasionales y descontextualizados, no se han encontrado yacimientos urbanos amplios que le sean claramente atribuibles (Schulten le dedicó a este asunto gran parte de su vida, esperando ser el Schliemann ibérico y encontrar su "Troya Tartéssica", pero no encontró nada); se conocen nombres de reyes -Gerión, al que Hércules robó el ganado en el marco de su décimo trabajo; Gárgoris, rey inventor de la apicultura y que ordenó matar a Habis, el hijo habido de su relación incestuosa con su hija, aunque el niño logró sobrevivir llegando a reinar; Argantonio, al que las fuentes señalan como paradigma de riqueza y longevidad de reinado-, pero no se sabe si realmente existieron o si se trata de simples leyendas o títulos de dignidades; se conoce su escritura, pero ha sido imposible descifrarla porque no se sabe qué idioma representa; se relaciona su existencia con la leyenda de la Atlántida, un reino más allá de las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) aunque no se ha demostrado nada...

Tartessos puede ser considerado como el primer estado peninsular y, además de por la arqueología, se conoce por las fuentes griegas y bíblicas que mencionan la riqueza de los reyes (sobre todo el mítico Argantonio) de aquellas tierras, gobernantes de un reino rico en metales preciosos, además de una ganadería, agricultura y comercio desarrollados. Aunque no se han encontrado más que pequeños indicios, se sabe que los asentamientos tartéssicos estaban emplazados en el suroeste peninsular (desde Huelva y Sevilla hasta probablemente Cartagena) desde principios del siglo VIII a.C.

Sus antecesores fueron los factores de las culturas almerienses de Los Millares y El Argar -de la Edad del Bronce- mezclados con gentes llegadas a la Península Ibérica en el marco de las invasiones de Los Pueblos del Mar, las cuales, hacia el 1.200 a.C., produjeron un verdadero cataclismo en el Oriente Mediterráneo y en el Próximo Oriente Asiático; cataclismo que se extendió, como efecto colateral, a las tierras occidentales, hasta entonces poco conocidas y que despertaban poco interés. Sus sucesores serían los distintos pueblos iberos que acabarían extendiéndose por toda zona mediterránea, sur y central (aquí mezclándose con los pueblos celtíberos en un batiburrillo de impresión) de la Península Ibérica.

La cultura o civilización tartéssica es especialmente atractiva por las formas orientalizantes de los objetos que se les atribuyen, algo que resulta chocante en un territorio tan occidental y alejado de los principales focos culturales de aquellos tiempos (fenicios y griegos) y que se explica precisamente por el contacto directo con estos pueblos orientales, especialmente con los fenicios, que llegaron a Occidente en el marco de los movimientos marítimos mediterráneos de finales del I milenio a.C. (posteriores a movimientos de los Pueblos del Mar) que partieron desde la costa asiática del Mediterráneo en las zonas siria y palestina.

Cuando llegaron los fenicios se encontraron con una cultura autóctona dedicada a la agricultura, la ganadería y, sobre todo, a la minería y la metalurgia, especialmente del hierro, lo que les habría dado el poder sobre los distintos pueblos de la zona, pudiendo establecer un régimen político de tipo monárquico. También parece que realizaban actividades comerciales por el Guadalquivir hacia Sierra Morena, por la llamada Vía de la Plata y por el Atlántico siguiendo la Ruta del Estaño hacia Galicia y las Islas Británicas. Este auge del comercio, tanto interior, como exterior, sería el que permitió que las estructuras urbanas (según Estrabón, había más de 200 ciudades) progresaran y la civilización se enriqueciera.

Pero sería su contacto con los fenicios, que se establecieron en la costa, lo que daría ese aire tan extrañamente oriental a los objetos de este pueblo tan occidental. Y eso se puede ver en las piezas encontradas, entre las que destacan las del Tesoro de Aliseda o las del Tesoro del Carambolo (si bien éste en los últimos tiempos tiende a considerarse más fenicio que tartésico).



También están sumidos en el misterio los motivos y la rapidez con que desapareció una cultura tan importante, especulándose sobre el declive fenicio y el consiguiente auge cartaginés, mucho más invasivos que los fenicios, la presión de los pueblos guerreros del interior, o las luchas internas por el poder. Sin duda, un pueblo de lo más interesante y del que aún queda mucho, muchísimo por saber.

No hay comentarios:

Publicar un comentario