Un espacio abierto



Un lugar por el que pasar y, tal vez, quedarse.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Eloísa y Abelardo.




Pedro Abelardo (1079-1142) fue un renombrado filósofo medieval de la Escuela de París, pero pese a su gran categoría intelectual en esta ocasión lo traigo a colación por haber vivido una preciosa, trágica y, en cierto modo, moderna historia de amor -si tenemos en cuenta los tiempos que corrían entonces- con Eloísa.



Cuando en 1114, con 35 años, Abelardo regresa a la escuela catedralicia de París, ya como reputado maestro, el Canónigo de la Catedral de París, Fulberto, le encarga que se ocupe de la formación de su sobrina Eloísa que tenía entonces 16, sin que supiera que ese encargo le traería el amor más grande de su vida, aunque la dicha sería breve y pasajera. Según decía el propio Abelardo en sus memorias...


"...Los libros permanecían abiertos, pero el amor más que la lectura era el tema de nuestros diálogos, intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos se dirigían con más frecuencia a sus senos que a los libros…"

Evidentemente, estas clases tarde o temprano acabarían teniendo consecuencias y, así, al poco tiempo Eloísa quedó embarazada. Al contrario de lo que cabría esperar, ella se sintió feliz con la noticia (segura de que la concepción se había producido cuando estudiaban el astrolabio decidió que el bebé, si era varón, se llamaría así: Astrolabio) mientras que Abelardo quedó sumido en un mar de dudas y miedos.

Tras la furia inicial de Fulberto, se envió a Eloísa a Bretaña para que tuviera a su hijo (que fue un niño, así que lo llamó Astrolabio) aunque la separaron de él nada más nacer. Mientras tanto Abelardo y Fulberto habían acordado que los amantes contrajeran matrimonio para solucionar el problema, pero Eloísa se negó rotundamente, aunque al final no le quedó más remedio que aceptar bajo la condición de que se mantuviera en secreto, por lo que ella seguiría viviendo con su tío.

Sin embargo, la solución fue nefasta. Tío y sobrina llegaron a tal punto de desavenencias que Abelardo envió a su esposa a un convento de Argenteuil para que estuviese a salvo. Pero Fulberto, creyendo que Abelardo quería librarse de ella obligándola a meterse monja, sobornó al criado de Abelardo y, de noche, con un cirujano y otros ayudantes, entró en sus aposentos y, como venganaza, lo emasculó.

Ante esta terrible situación, Abelardo pasó un tiempo recuperándose en la Abadía de Saint Denis, mientras que Eloísa profesó definitivamente como monja en Argenteuil, y aunque nunca volvieron a verse, siguieron manteniendo correspondencia toda su vida. 

"…Para hacer la fortuna de mí la más miserable de las mujeres, me hizo primero la más feliz, de manera que al pensar lo mucho que había perdido fuera presa de tantos y tan graves lamentos cuanto mayores eran mis daños..."

Ahora bien ¿por qué Eloísa no quiso hacer público su matrimonio? Pues creo que por amor. Ella no se arrepintió nunca de la pasión que sentía por Abelardo ni de las consecuencias de esa pasión (el hijo que le fue arrebatado al nacer) pero no quería poner en peligro la carrera de él, que pese a ser maestro laico, tenía que guardar las formas si quería mantener su posición y poder seguir impartiendo enseñanzas. Él, en cambio, estaba dispuesto a sacrificar su carrera por ella... Al final, el sacrificio fue mutuo, aunque en los años siguientes Abelardo, resignado a su desdicha, destacó en el campo de la filosofía, mientras que Eloísa nunca perdonó ni a su tío, ni a la Iglesia, ni al Dios que les robaron la felicidad.

Abelardo murió en 1142 y entonces Eloísa a través del muy influyente abad de Cluny, Pedro el Venerable, consiguió que los restos de su amado fueran trasladados al Parácleto (monasterio benedictino fundado por Abelardo), donde les dio sepultura. Y junto a esos restos, bajo la misma tierra, se hizo enterrar ella a su muerte en 1164, plantando un rosal en esa misma tierra que, al fin, les uniría para siempre.

El Parácleto fue vendido en los tiempos de la Revolución Francesa, con excepción del sepulcro en el que estaban los restos de Eloísa y Abelardo. En 1817 los cuerpos se trasladaron al cementerio parisino de Pere Lachaise donde hoy reposan en un pequeño y romántico mausoleo neogótico al que, aún hoy, van las parejas a rendir homenaje a los amantes.


1 comentario:

  1. Si cuando amaba tanto que le cortó la dicha, imagínate cuando odiaba tanto qué?
    besitos. (el descalzo)

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