Un espacio abierto



Un lugar por el que pasar y, tal vez, quedarse.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Los orígenes (II)

Koobi Fora (Kenia). Hogar de los primeros Homo.

Retomando el anterior post, sería hace unos dos millones de años cuando surge el primer representante del género Homo: el Homo habilis. Los habilis eran unos tipos chiquititos, de apenas metro y medio, con rasgos bastante simiescos y con unos cráneos un poco más grandes (entre los 600 y los 850 cc.) que los de los australopithecus (que apenas llegaban a los 500 cc.) y más redondeados. Sin embargo, el tamaño del cerebro no era tan importante como el cambio en la forma en la que trabajaba ese cerebro, que fue lo que les permitió hacer lo que diferenciará a los Homo del resto de los primates hominoideos: pensar. Y ¿cómo se sabe que estos individuos pensaban si sólo se han encontrado restos óseos fosilizados? Pues porque eran capaces de hacer algo que los demás hominoideos no podía: fabricar cosas.

Instrumentos fabricados por Homo habilis.

Actualmente, se ha observado que algunos primates superiores como los chimpancés y los gorilas son capaces de utilizar instrumentos para conseguir alimentos (por ejemplo, los chimpancés usan palitos para capturar termitas y hormigas dentro de los troncos de los árboles) pero siguen siendo incapaces de fabricar nada. Y es que fabricar cualquier cosa, por muy sencilla que sea, como un chopper o un bifaz, implica, además de la intencionalidad consciente, una serie de procesos mentales de los que los otros primates carecen: conciencia clara de una necesidad, conocimiento del medio (el bien fabricado) para poder satisfacerla, proyección mental de instrumento que se ha va realizar, habilidad para seleccionar la materia prima, destreza en las manos para tratar esa materia prima, etc. 

Así pues, lo que distingue a la especie humana (los Homo, en general) de los demás primates es el pensamiento, la razón, sea en la medida que sea, porque es obvio que no tenían la misma capacidad racional los Homo habilis que los distintos Homo que les sucedieron en el tiempo. Del mismo modo que se producían cambios físicos, también se producían cambios en el tamaño y estructura del cerebro, lo que permitía no sólo adaptarse mejor al medio, sino llegar incluso a controlarlo. Así, los Homo ergaster, ocuparon el nicho ecológico que dejaron los habilis al extinguirse ya que éstos fueron incapaces de adaptarse a las novedades, mientras que aquellos, con mayor capacidad cerebral, lograron adaptarse mejor al medio y desarrollar estrategias alimenticias, técnicas y vitales nuevas para sobrevivir. 

Cráneo de Homo habilis

De esta forma, los ergaster asumieron los cambios en sus pautas alimenticias (la desecación progresiva del clima había cambiado la vegetación de la que se alimentaban), perfeccionaron los cuchillos y hachas de mano, haciéndolos más racionales (mayor filo útil por unidad de materia prima, selección de mejores materias primas), empezaron a practicar el carroñeo y, a veces, la caza, con estrategias de grupo (muy pobres, evidentemente) y cuando las cosas se pusieron muy difíciles para que tantos individuos sobrevivieran en una cada vez más seca sabana africana, empezaron a emigrar hacia otras zonas hace aproximadamente un millón de años. En cambio, los habilis no fueron capaces de adaptarse y desaparecieron. 

Se podría pensar que los ergaster que emigraron fueron los mejores de la especie, los más listos, pero al parecer no fue así: fueron precisamente los más débiles y menos inteligentes (es decir, los que aún no poseían la ‘tecnología’ más avanzada) los que se marcharon, ya que los mejores se quedaron con las tierras buenas de África y los ‘expulsaron’ hacia la periferia. Este fenómeno migratorio no ha cambiado prácticamente nada: los emigrantes son los más débiles (primando hoy el aspecto económico por encima de los demás, pero no deja de ser una debilidad) mientras que los dominantes son los que se quedan en su tierra y en su casa: lo básico, lo esencial, ha cambiado muy, muy poquito. Además, el hecho de que fueran los menos evolucionados los que emigraran explica porque, para idénticos periodos temporales, mientras en la zona oriental de África se encuentran herramientas evolucionadas, en Europa o Asia, las herramientas que acompañan a los fósiles son aún muy primitivas.

Así, a lo largo de los siguientes miles de años, esta especie humana ocupó las distintas zonas del planeta, evolucionando en nichos ecológicos muy diferentes y dando lugar a la aparición de otras especies, en función del lugar del planeta en que se encontraran.

Homo erectus

En Asia, los ergaster se evolucionaron hacia los Homo erectus, y en Europa derivaron en los Homo antecessor, mientras que en África pervivirían los Homo ergaster aunque cada vez más evolucionados. Físicamente estas especies eran más parecidas a los humanos de hoy que las que les precedieron: cráneos -y cerebros- cada vez mayores dentición y mandíbulas más modernas, huesos más finos y largos, individuos de mayor tamaño, menor dimorfismo sexual , es decir, la diferencia entre el tamaño de los machos y las hembras; en las sociedades poligínicas donde un macho dominante tiene un harén de hembras a su disposición -como el caso de los gorilas o los australopithecus- la diferencia de tamaño entre hembras y machos era importante; sin embargo, según se va tendiendo a formar parejas más o menos monogámicas, con vistas a asegurar que la descendencia es efectivamente de ese macho, la diferencia de tamaño se va haciendo cada vez menor ya que su importancia social también es menor.

Cráneo de Homo antecessor

Serían los individuos de estas especies quienes mejorarán los instrumentos técnicos (los útiles de piedra, hueso y madera, aunque de estos últimos no se hayan encontrado restos parece lógico que se fabricaran y utilizaran) haciéndolos cada vez más eficaces y, además, fueron quienes domesticaron el fuego. Este hecho supuso uno de los mayores avances en la Historia de la Humanidad ya que, por un lado, permitió una mejora sustancial en la alimentación pues el hecho de asar los alimentos no sólo los hacía más fácilmente digeribles (de forma que, una vez más, la digestión disminuyó su necesidad de energía que volvió a emplearse en aumentar el rendimiento cerebral) sino que eliminaba muchísimas bacterias aumentando así la esperanza y calidad de vida. Pero es que, entre otras muchas ventajas, el control del fuego permitía alargar las horas de vigilia y con ello, los tiempos sociales y la consiguiente transmisión de conocimientos, experiencias, historias, etc. Los hombres se hicieron más humanos gracias al fuego y a la conversación que propiciaba entonces como sigue haciéndolo hoy.

(Continuara...)

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