Un espacio abierto



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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Duelo de reinas


Hay historias que están al alcance de la mano en los libros de Historia. Tan sólo es cuestión de ponerse a contarlas. 




Brunegilda y Fredegunda vivieron en el siglo VI d.C. en los territorios de los francos, situados en lo que hoy es Francia y parte de Alemania, que en aquellos tiempos no existían como países. Era los tiempos del principio del feudalismo cuando no existían Estados en el sentido que hoy tienen, sino una especie de confederación de territorios unidos por juramentos de vasallaje. En los territorios de los francos estas pequeñas unidades territoriales dependían en última instancia de tres reinos (Austrasia, Neustria y Borgoña) y un territorio, más o menos autónomo, que se convertiría en ducado (Aquitania). Brunegilda era la reina de Austrasia y Fredegunda, la de Neustria. Al norte de Austrasia quedaban los sajones (emigrando en aquellos años a las Islas Británicas) y al sureste, los bávaros.


Brunegilda era noble de nacimiento: su padre fue el rey visigodo Atanagildo. Nació en Toledo en el año 543 y tenía una hermana menor, Galswinta, que sería la principal causa de su enemistad con Fredegunda. En el marco de los matrimonios de Estado, con veintidós años, Brunegilda se casó con Sigeberto I, rey de Austrasia. Casi al mismo tiempo, su hermana Galswinta lo hizo con el rey de Neustria, Chilperico I, hermanastro de Sigeberto, que para hacerlo tuvo que anular su matrimonio anterior (del que había seis hijos) con Audovera: la dote y los beneficios políticos de paz con los vecinos visigodos bien merecían repudiar a su primera esposa que acabó recluida en un convento. Hasta aquí, todo habría ido más o menos bien, pero... ¿Quién era y dónde estaba Fredegunda? 

Fredegunda, dos años más joven que Brunegilda, formaba parte del servicio de palacio de Neustria y era la amante de Chilperico I. Es de suponer que debido a sus encantos logró hacerse un hueco en su lecho primero, y en su vida y reinado, después. Además de bella, Fredegunda era una mujer muy ambiciosa e inteligente. La alegría por el repudio de su esposa por parte de Chilperico se enturbió con su nuevo matrimonio con Galswinta. Sin embargo, la nueva boda no supuso que el rey renunciara a su amante, algo que no hacía ninguna gracia ni a la nueva esposa ni a sus familiares, ya que Fredegunda no sólo se metía en la cama del rey sino que también lo hacía en los asuntos de Estado. Así, Galswinta dijo que se volvía a casa de su padre el rey visigodo Atanagildo (con la consiguiente devolución de la dote), pero antes de que nada ocurriera, apareció estrangulada en su cama en el año 567. Todas las miradas se dirigieron a Fredegunda que, tras el asesinato, se convirtió en la tercera esposa del rey. 

Pero Brunegilda no estaba dispuesta a tolerar el asesinato de su hermana ni que ésta fuera sustituida por una vulgar campesina, así que convenció a su esposo, Sigeberto de Austrasia, para que declarase la guerra a su hermanastro y vengar así la muerte de su hermana... y, de paso, recuperar los feudos que ésta había aportado al matrimonio. La guerra entre ambos reinos se mantuvo, de forma intermitente, hasta el año 613, cuando ya reinaban los sucesores de ambos.

Tras distintas luchas, en las que también se vieron involucrados el ducado de Aquitania y el reino de Borgoña, Gontran de Borgoña actuó como mediador y se llegó a un acuerdo por el que Chilperico tenía que compensar a Brunegilda con una serie de ciudades y tierras que, en teoría, pasarían a formar parte del reino de Austrasia. Ni Chilperico cumplió lo prometido, ni los deseos de venganza de Brunegilda quedaron satisfechos. La guerra se reanudó y Sigeberto conquisto Neustria en el año 575, pero justo cuando iba a ser proclamado rey fue asesinado... por sicarios a sueldo de Fredegunda, salvando así el reino de Neustria para su marido Chilperico. 

Las tornas cambiaron. Ahora Brunegilda se veía viuda y junto con sus hijos, prisionera de su antiguo cuñado, en París. Afortunadamente, consiguió escapar con su hijo Childeberto II, menor de edad, reclamando el trono de Austrasia para él y la regencia para ella misma. Aunque la nobleza de Austrasia reconoció los derechos del niño, no aceptó los suyos como regente, puesto que ocupó Gontran de Borgoña, siendo recluida Brunegilda a un convento: era la costumbre del momento, los que molestaban acababan profesando en cualquier institución religiosa. 

Brunegilda no se resignó y ese mismo año se casó con Meroveo, uno de los hijos que tuvo Chilperico con su primera esposa, Audovera. Meroveo temía -y con razón- lo que pudiera hacer su madrastra Fredegunda con él y sus hermanos -los herederos legales- ahora que detentaba todo el poder. Y lo que hizo fue terrible. El nuevo matrimonio de Brunegilda fue anulado por Chilperico y el pobre Meroveo, de tan sólo 19 años fue tonsurado y ordenado sacerdote (con lo que perdió sus derechos al trono). Brunegilda fue acusada de incesto y lascivia, pero logró escapar a Austrasia. El infortunado príncipe logró escapar aunque, a pesar de los intentos de la reina Brunegilda, los nobles austrasianos le negaron el asilo. Perseguido por su padre, Meroveo fue asesinado en el año 577 por orden de la reina Fredegunda, que tampoco pasaba una buena racha. Y es que sus hijos morían uno tras otro de distintas enfermedades, sobre todo de disentería, de forma que no había conseguido dar a Neustria un heredero de su sangre al que dominar cuando muriera Chilperico.

Al principio Fredegunda, pensando en un castigo divino a sus maldades, intentó reconciliarse con la Iglesia (los francos eran católicos, no arrianos como los visigodos) con grandes donativos. Pero, tras la muerte de otro hijo al nacer, y viendo que la devoción no funcionaba, cambió de táctica: culpó a la magia negra, practicada, según la reina, por Clodoveo, el último hijo vivo de la infeliz Audovera. Entregado por el propio Chilperico a su mujer, ésta lo hizo apuñalar y tirar al Sena mientras lo trasladaban de prisión, ordenando también la muerte de Audovera en el convento en el que llevaba unos años encerrada. Fredegunda ya se había librado de todos los hijos de Chilperico, pero aún no tenía heredero. Obsesionada con la magia negra, hizo que torturaran y quemaran a otras mujeres, acusadas de causar la muerte de sus hijos. Finalmente, en el año 584 nació el que sería sucesor de Chilperico, Clotario II, con lo que acabó el terror impuesto por la caza de brujas a la que la reina sometió a París. 

En el tiempo en el que Fredegunda perseguía denodadamente tener un hijo, Brunegilda había asegurado su posición logrando que, en el año 583, el rey Gontran de Borgoña -que no tenía hijos- nombrara sucesor del reino de Borgoña a su hijo Childeberto II, que ya era rey de Neustria, formando así una sólida alianza contra Austrasia y su enemiga Fredegunda. 

De forma un tanto misteriosa, tras la que aún no se sabe si estaba la mano de Brunegilda o la de la propia Fredegunda, el rey Chilperico I fue apuñalado cuando regresaba de cazar: ahora el nuevo rey era Clotario II, un bebé de meses, y su madre, Fredegunda, por fin, se había hecho con todo el poder en Neustria. Asimismo, evitaba que saliera a la luz la relación que mantenía con el Señor de Landry, un noble neustriano que se convirtió en su Mayordomo de Palacio, un cargo que nada tiene que ver con lo que hoy entendemos por mayordomo: en aquellos tiempos era el siguiente en dignidad después del rey y tenía un enorme poder. 

Muerto Chilperico, Childeberto II de Austrasia, hijo de Brunegilda, reclamó que le entregaran a Fredegunda para ejecutarla por la muerte de su padre Sigeberto. Sin embargo, consiguió salvarse gracias a la negativa de Landry y otros nobles neustrianos que negociaron la protección de la reina (cuya imagen se deterioraba ya que la reina Brunegilda había hecho correr el rumor de que Clotario en realidad no era hijo de Chilperico, sino de su amante, Landry) con Gontran de Borgoña. Esto hizo que éste último se enemistara con Childeberto, aunque finalmente se reconciliaron firmando un tratado en el año 587 por el cual si alguno de los dos moría sin descendencia, su reino pasaría al que quedara vivo. Así, en el año 593, cuando murió Gontran, Childeberto fue coronado rey de Borgoña, y azuzado por su madre Brunegilda, volvió a declarar la guerra a Neustria, con escaso éxito. 

Mientras tanto, Fredegunda había continuado con su política de terror y asesinatos tendente a consolidar su poder. Mandó asesinar al obispo Pretextato (el que había casado a Brunegilda con Meroveo) quien, pese a ser apuñalado en la iglesia, no murió; Fredegunda le mandó a sus médicos para asegurarse de que no recibiera tratamiento. Poco después, cuando otro noble le reprochó el crimen, ella escuchó y a continuación le invitó a comer, invitación que obviamente fue rechazada. Ahora bien, lo que no podía rechazar era una copa de vino ya que habría sido una gran ofensa a la casa real: el pobre no llegó vivo al caballo.

Quizá fue gracias a la experiencia adquirida en el uso de venenos, por lo que cuando en el año 596 el rey Childeberto de Austrasia, hijo de Brunegilda, murió envenenado se le echó la culpa a ella. No era la primera vez que intentaba matarlo pues ya había enviado muchos sicarios con el objetivo de asesinar tanto a Childeberto como a Brunegilda que fueron descubiertos y eliminados. Ahora ya lo había conseguido. Esto supuso el inicio de tiempos de inestabilidad en Austrasia donde Brunegilda, ya con 53 años, se hizo cargo de la regencia de sus dos nietos: Teodeberto y Teoderico. Fredegunda, a través de su amante y lugarteniente, Landry, y acompañada por su hijo Clotario, invadió de nuevo Austrasia, esta vez con un cierto éxito, ya que saqueó y esclavizó a la población de Laffaux, pequeño pueblo de la Picardía francesa. Poco le duró la celebración puesto que en el 597, Fredegunda enfermó de disentería y murió. Contra todo pronóstico murió en su cama y no asesinada como era de prever.

Sin embargo, la muerte de Fredegunda no acabó con la enemistad y el odio de los dos reinos, ya que Clotario continuó con la guerra contra la reina Brunegilda y sus nietos, peleados entre sí. Finalmente Teoderico, influenciado por su abuela, se impuso a Teodeberto, a quien tonsuró y encerró en un convento, quedándose con todos sus territorios. Cuando en 613 se iba a enfrentar -otra vez- con Clotario, Teoderico murió, también de disentería.

Brunegilda entonces quedó a merced de Clotario, quien en nombre de su madre Fredegunda, llevó a cabo una venganza enfermiza contra una mujer anciana (Brunegilda tenía 70 años, que si en aquellos tiempos era casi increíble en circunstancias normales, no digamos nada en las condiciones en las que había vivido esta mujer): fue torturada durante tres días, a pesar de lo cual no murió; a continuación fue humillada ante el ejército de Clotario y, finalmente, desmembrada al ser atadas sus extremidades a cuatro caballos a los que se hizo correr en distintas direcciones. Un final terrible para una mujer terrible.

¿Qué ocurrió con los reinos de los francos en manos de Clotario? Pues parece que una vez desaparecidas estas dos mujeres que tanto se odiaron, el nuevo rey mantuvo unidos y pacificados los tres reinos, dejándoselos en herencia a su hijo Dagoberto, que sería el último rey merovingio que se ocupó de su reino: con sus sucesores (los reyes vagos) volvió la separación y empezó el dominio de los Mayordomos de Palacio que duraría hasta que los Carolingios (Mayordomos de Palacio de Austrasia), en la persona de Pipino el Breve, padre de Carlomagno, pusieran fin a la dinastía Merovingia en el año 751 instaurando la suya propia.

1 comentario:

  1. Gracias, Lucía: todo un honor viniendo de una maestra como tú. Un abrazo enorme!!!

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