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viernes, 24 de enero de 2014

Bajo la lluvia




Bajo la lluvia, un hombre con un paraguas se acercó lentamente al bordillo. Brillaba, pero no fue eso lo que le atrajo. Resbalaba, pero tampoco le desalentó. Se acercó, simplemente.

Y junto al bordillo, ajeno al ruido del tráfico de la calle, al chapoteo de los coches, a las prisas de los peatones, miraba. Miraba el agua que, por la parte de la calzada pegada a la acera, bajaba arrastrando desperdicios que en su día fueron útiles: envoltorios de comida y latas arrugadas, alguna bolsa de plástico, papeles rotos, colillas deshechas, condones retorcidos… Objetos inservibles que en algún momento saciaron el hambre, calmaron la sed, satisficieron la curiosidad, aplacaron el deseo. 

Arreciaba. El hilo de agua junto al bordillo se había convertido ya en un arroyo infranqueable para saltarlo de una zancada. Ahora habría de mojarse para cruzar. Y seguía corriendo, sin parar, sin dejar de arrastrar en su marcha objetos, siempre los mismos, siempre distintos. Y él, impertérrito bajo su paraguas, seguía con la mirada baja viendo pasar las cosas, los coches, las personas, inmóvil junto al bordillo. Mirando.

Cansado de los objetos que arrastraba el agua, de las estelas que los coches dejaban en el asfalto, levantó el paraguas, alzó la vista, y la vio. Allí, refugiada bajo el estrecho techado de una tienda de moda con luces matizadas por la cortina de lluvia que descomponía las formas y los colores, haciéndolos irreales, oníricos, casi fantasmagóricos, la vio. Se resguardaba del chaparrón, esperando que cesara. La lluvia debía de haberla sorprendido porque no llevaba paraguas, ni gabardina, ni nada que la protegiera. Así que estaba bajo el techado, a un lado del escaparate, aferrada a su bolso… esperando.

La vio tan perfecta como siempre: bella, firme, sonriente. Con el pelo enrollado, suponía que sujeto con una goma en un moño bajo como solía hacer; sus perennes pantalones de colorines, su chaqueta negra, su bolso enorme. Las luces del escaparate la llenaban de colores. Estaba realmente preciosa. Y él la miraba. No podía dejar de mirarla. Pensó en ir a saludarla, invitarla a un café, charlar de lo que había ocurrido desde que habían perdido el contacto. Pensó en cómo sería volver a caminar a su lado, darle la mano, tomarla de la cintura. Pensó en si seguiría besando con la misma fuerza, si amaría con la misma pasión. Pensó…

Fue el silencio quien lo sacó de su ensimismamiento. La lluvia había cesado, ya no sonaban los claxon de los coches, las sirenas habían callado y la calle quedó envuelta en el silencio de lo corriente, ese sordo rumor habitual que dice que no ocurre nada. Como al despertar, necesitó de un tiempo para tomar conciencia de dónde estaba, para situarse. Buscó con la mirada un lugar más cómodo, sin charcos, para salvar la calzada y cuando, tras encontrarlo unos metros a la izquierda, volvió a levantar la vista buscándola, ya era tarde. La vio alejarse, caminando segura, sin prisa pero ligera, imposible de alcanzar. Al menos para él.

9 comentarios:

  1. Casi nunca te comenté en TR, porque me daba la impresión de que si te ponía lo muchísimo que me gustaban tus letras ibas a creer que te hacía la pelota :) Este texto se quedó conmigo varios días, vagando por mi cabeza y creando posibles reencuentros amorosos. Guardo para mí un nuevo silencio, el que provoca maravillosamente tu historia. Un abrazo confianzudo

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    1. Gracias Lorena. Me encantan los silencios: a veces son mucho más elocuentes que las palabras. Los tuyos, como los de la gente a la que valoro, aún más :) Un abrazo.

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  2. Imposible, porque la creyó imposible, supongo. Todo un retrato del alma.

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    1. Hay demasiadas cosas que creemos imposibles y quizá por eso nos quedamos parados. Demasiadas cosas que nos perdemos. :)

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  3. Jo, Lucía, viniendo de ti, que tienes una sensibilidad extraordinaria (como Lorena), es todo un honor este comentario. Siempre intentamos mover y conmover con lo que escribimos, pero que le llegue a los demás, es ya el nirvana. Mil gracias.

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  4. Que emociones guardadas se desatan,
    en un punto contenido de pasiones.
    oh! que magia puede abrazar esos
    reencuentros...Me has arrancado un
    suspiro! Maga, poco te conozco, poco te he
    leído y ese de ese poco ha sido tanto
    mi deleite. gracias, UN abrazo fuerte y prolongado!

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    1. Gracias, Mir. Me alegro de que te haya gustado, y aunque no sea la Maga es todo un honor que me confundan con ella :) Un abrazo :)

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  6. Disculpa a esta lectora emocionada, Ja! me gustó y me envolvió tanto tu historia que de hoy en adelante, también a ti te leeré. Una disculpa también a la Maga y UN GRAN ABRAZO A LAS DOS!

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