Alma
Mahler... Sus contemporáneos la llamaban, despectivamente, “la viuda de las
cuatro artes”. Y es que, cuatro grandes artistas del siglo XX perdieron la
cabeza por ella, cada uno representante de una rama del arte: Mahler, músico; Kokoschka,
pintor; Gropius, arquitecto, y Werfel, poeta. Excepto Kokoschka todos fueron
maridos suyos, y el último, Werfel diría de ella: “es una de las poquísimas
mujeres mágicas que existen”. Una mujer realmente interesante: esta es su
historia.
Alma Mahler,
de soltera Schindler, nació en Viena en 1879 y murió en Nueva York en 1964. Fue
compositora pero si por algo destacó fue por su belleza, por su inteligencia y
por el poder de seducción que ejercía sobre los hombres. Sus principios ya
fueron espectaculares: su primer beso vino de los labios de Klimt. Aunque no es
probable (en 1907 Alma ya tenía 28 años, estaba casada con Mahler y tenía dos
hijas) sería bonito pensar que Klimt pintó El
beso pensando en Alma. Aún siendo una cría y antes de enamorarse de Mahler,
Alma tuvo un también un apasionado romance con el compositor Alexander
Zelinsky.
El beso. Gustav Klimt.
En 1902 se
casó con Gustav Mahler, veinte años mayor que ella. Se suele hacer hincapié en
lo que sufrió el artista por ella, pero se obvia que ella dejó de lado su incipiente
carrera musical y artística para dedicarse a él por completo. Sin embargo,
pronto se cansó de tamaño sacrificio y en 1910, conquistó a un joven Walter Gropius
(el genial arquitecto que fundaría la Bauhaus en 1919), con quien coincidió en
el balneario de Tobelbad. Gropius, profundamente enamorado de ella le desveló a
Mahler por carta la infidelidad de su mujer. Desquiciado de amor y celos,
Mahler le pidió a Alma que no le dejara e incluso intentó reconquistarla retomando
el interés por las composiciones musicales de ella. Demasiado tarde. Para su
amor y para el propio Mahler que murió en 1911.
Gustav Mahler
Tal vez el
amor serio y formal de Gropius asustó a Alma o quizá ella, libre de nuevo, no
quería atarse a nadie, así que Alma le dejó y empezó una nueva etapa. En 1911
inició una colaboración con Paul Kammerer (biológo y músico) como asistente,
surgiendo entre ellos un amor tortuoso y difícil, apasionado y extremo. Tan
extremo que Kammerer llegó a amenazar a Alma con pegarse un tiro sobre la tumba
de Mahler si ella no se casaba con él. Todo muy romántico, pero ni Alma se casó
con él, ni él se pego un tiro.
Oskar Kokoschka
Apenas
acababa de salir de la tormentosa relación con Kammerer, cuando en 1912 Alma se
enamoró de Oskar Kokoschka, con quien vivió una pasión sin límites. Tan excesiva
y arrolladora llegó a ser la relación que en 1915 Alma, atemorizada, huyó de él,
dejándole sumido en un estado de locura y delirio que le llevó a pintar la que
sería su obra maestra, La novia del
viento, en la que reflejó todo su amor y toda su desolación por el
abandono. Hasta tal punto llegó el desvarío del pintor que encargó a una
fabricante de muñecas, Hermine Moos, que le realizara una muñeca a tamaño
natural que fuera como Alma. Se dice que incluso se le vio con ella en el
teatro... posiblemente sólo rumores.
Walter Gropius.
Tras
abandonar a Kokoschka y el amor frenético y exaltado que éste le profesaba,
Alma volvió con Gropius, que seguía enamorado de ella y se casaron en 1915.
Tuvieron una hija, Manon (que murió muy joven) pero el matrimonio acabó en
fracaso. Alma de nuevo volvió a ser infiel a su marido, esta vez con el poeta judío
Franz Werfel, quedando embarazada de él. Aunque el niño murió con apenas diez
meses, Alma se divorció de Gropius y se casó con Werfel en 1929.
Franz Werfel
La vida
sentimental de Alma no estaba llamada a ser tranquila y, hacia 1932, se enamoró
de un atractivo profesor de teología, Johannes Hollnsteiner, desatando todo
tipo de rumores y comentarios en la sociedad vienesa. Alma había tenido a sus
pies a músicos, pintores, poetas... y ahora a un representante de Dios en la Tierra
también se rendía a ella.
Duró poco
ese amor, pues los avatares de la represión nazi hicieron que tras el Anschluss
(la anexión de Austria a la Alemania nazi) Alma y Werfel se trasladaran a
Francia y, después la ocupación en plena II Guerra Mundial, a Estados Unidos
tras una odisea atravesando los Pirineos hasta España para pasar después a
Portugal y, de ahí, a Nueva York. Después se establecieron en Los Ángeles,
aunque tras la muerte de Werfel en 1945 Alma, con 66 años, volvió a Nueva York
donde se convirtió en un personaje singular de la vida cultural de la ciudad...
convertida en leyenda, odiada por unos y admirada por otros. En cualquier caso,
una mujer absolutamente fascinante y mágica.
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